
Este 8 de octubre, hace justamente 57 años, un hombre dejó de ser uno, para ser millones. Si nos preguntamos cómo lo hizo, las respuestas las hallaremos en otra mujer múltiple, la cubana Haydée Santamaría, quien, al día siguiente del asesinato del Che, escribió:
«Che: ¿dónde te puedo escribir? Me dirás que a cualquier parte, a un minero boliviano, a una madre peruana, al guerrillero que está o no está pero estará. Todo esto lo sé, Che, tú mismo me lo enseñaste, y además esta carta no sería para ti. Cómo decirte que nunca había llorado tanto desde la noche en que mataron a Frank, y eso que esta vez no lo creía. Todos estaban seguros, y yo decía: no es posible, una bala no puede terminar el infinito, Fidel y tú tienen que vivir, si ustedes no viven, cómo vivir (…)».
Y es que los grandes hombres —y las grandes mujeres—, deben tener solo fecha de nacimiento, porque nunca cierran el ciclo de su vida. Ernesto Guevara de la Serna, un argentino de Cuba y un cubano del mundo, tuvo la suerte de ser inmortalizado por la historia. Sus propias acciones, sus cualidades, sus virtudes, sus esencias, encontraron en todo el orbe personas de pensamiento fértil, que nunca lo dejaron morir y cual semilla, lo hicieron germinar en cada lugar donde la justicia crezca.
Precisamente, a la justicia social y la libertad de los pueblos dedicó el Che todos sus esfuerzos. Para ello renunció a cualquier tipo de beneficios para lograrlas. Esas son también las esencias tras la sensibilidad y el mito del guerrillero heroico.
Quiso la suerte que el joven Ernesto conociera a Fidel, que en un Yate donde iban más sueños que recursos, llegara a la mayor de las Antillas, con la intención de reiniciar la lucha armada en las montañas de la Sierra Maestra. Desde entonces, sus méritos le dieron por sí solos un lugar en la Revolución. Así lo reconoció Fidel cuando expresó:
«Che reunía, en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas. (…) era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia visionaria, de profunda cultura. Es decir, que reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción.»
El homenaje al «caballero Bayardo», como lo nombró Mirtha Aguirre, debe y tiene que hacerse desde la cotidianidad, demostrando la austeridad, la integridad, el espíritu de sacrificio y la ética de todo revolucionario, cualidades que, – al decir de Fidel – se convierten en la mejor manera de describir al Che. No hay dudas, Ernesto Guevara será recordado hoy en todo el mundo, pues, sin saberlo, «fue un maestro y un forjador de hombres como él».