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José Martí

Por: Miguel Angel García Alzugaray

En vísperas de cumplirse el 164 Aniversario del Natalicio del Apóstol cubano José Martí, nuestro pueblo desarrolla múltiples actividades con el objeto de recordar y rendir homenaje a la vida y obra del maestro. Como en años anteriores, la histórica marcha de las Antorchas, será uno de los hechos trascendentales mediante el cual, decenas de miles de jóvenes desfilarán para honrar el nacimiento de Martí y recordar la vigencia de su pensamiento.

En realidad, tenemos innumerables razones para rememorar día a día a nuestro Héroe Nacional. No obstante, por su actualidad deseamos destacar algunas de las mismas.

A Martí lo recordamos hoy, más que por su muerte heroica, por la obra de su vida, por su ejemplo y sus enseñanzas, su prédica, su modo de decir y de hacer que como sagrado mandato, forman parte de nuestra doctrina revolucionaria con una extraordinaria fuerza de presencia.

En particular, se evidencia por disímiles razones que el pensamiento de nuestro Héroe Nacional José Martí adquiere renovada vigencia en nuestros tiempos, ya que representa la cúspide de un legado cultural, político, social y filosófico orientado hacia los más sagrados intereses de nuestro pueblo revolucionario.  

A través de los escritos martianos: cartas, versos, publicaciones periodísticas y otros artículos conocemos a un Martí defensor, no solo de los ideales de justicia social y de la Patria, sino también al hombre sencillo, sensible y humano que reflexiona sobre la vida y los valores. Siempre manifestó su preocupación y fe en el mejoramiento de las personas y además se interesó en el entorno que le rodeaba.

Mostró gran interés por la educación de los niños para que pudieran convertirse en un futuro en hombres y mujeres de bien, de ahí su gran obra La Edad de Oro dedicada a ellos. Sus pensamientos y consejos, elaborados con gran sabiduría, no se han perdido en el tiempo sino que guían nuestro andar cotidiano y son ejemplo de virtud y calidez humana.

Resumiendo las concepciones martianas podemos subrayar la importancia de los tres principios siguientes: el principio de la utilidad de la virtud, del equilibrio del mundo y de la cultura de hacer política.

En nuestra opinión, en la inapreciable herencia de las ideas de Martí, descuella su valoración de la importancia de la ética para la formación de un ciudadano digno y capaz de crear, desarrollar y preservar la nación cubana, pues sin rectitud moral y honradez no es posible ser un buen patriota.

La ética en José Martí no se manifiesta en abstracto, no vive ajena a las realidades de la vida. La ética tiene que vivir en el seno de la sociedad, y ella no depende sólo de la voluntad de unos individuos, sino que precisa también de que sea acatada y lo que es más importante, practicada de forma consciente por la mayoría de los integrantes de esa sociedad.

No es extraño que el tema de la ética esté planteado hoy en el mundo como una necesidad impostergable. Porque lo que está en juego no es solo un país o una clase social. Está en juego la existencia misma de la especie humana. De aquí, que no sea mera retórica subrayar una y otra vez, la necesidad de exigir la observancia virtuosa de la misma en nuestro actuar cotidiano.

A Martí siempre se le recuerda por su profunda intelectualidad, pero es necesario reiterar que fue el gran organizador de la Guerra del 95, capaz de implementar una guerra cualitativamente superior a la de los Diez Años, con una organización centrada en un Partido único: el Partido Revolucionario Cubano.

Ello fue posible porque a la pluma y a la palabra sumó Martí otro medio indispensable para el éxito de su labor revolucionaria y para la fundación estable de la República: la organización. Organizar la revolución, para que no fracase, preocupa en todo instante a Martí; y por no creerla suficientemente organizada se separa de toda tentativa revolucionaria a la que falte ese requisito indispensable, y a organizarla se dispone cuando ya ve madura la opinión pública patriótica. Surge entonces, modelado por sus manos taumatúrgicas, el Partido Revolucionario Cubano, nueva lección que legará a sus compatriotas, para las generaciones futuras.

La transcendencia de la obra de José Martí queda magistralmente plasmada en el discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la VII Cumbre de las Américas, Panamá, el 11 de abril de 2015, cuando expresó:

“Luego de largas luchas que se frustraron, José Martí organizó la «guerra necesaria» de 1895 -la Gran Guerra, como fue llamada también, empezó en 1868- y creó el Partido Revolucionario Cubano para conducirla y fundar una República «con todos y para el bien de todos» que se propuso alcanzar «la dignidad plena del hombre».

Al definir con certeza y anticipación los rasgos de su época, Martí se consagra al deber «de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América»-fueron sus palabras textuales.

Nuestra América es para él la del criollo, del indio, la del negro y del mulato, la América mestiza y trabajadora que tenían que hacer causa común con los oprimidos y saqueados. Ahora, más allá de la geografía, este es un ideal que comienza a hacerse realidad.

Es de resaltar que todo este legado ético sirvió de fundamento a la acción y al pensamiento de la Generación del Centenario.

“Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro”, con esta frase electrizante, Fidel le hizo saber a los jueces que le juzgaban por haber dirigido las acciones del 26 de julio de 1953, que José Martí era el verdadero autor intelectual de aquellos hechos, y que su generación no permitiría que el Apóstol muriera en el año de su centenario, y que de ser preciso, ofrendarían sus vidas él y todos sus compañeros de lucha en magnífico desagravio junto a su tumba.

Pero la influencia de José Martí en el ideario de Fidel no solo es ostensible en su pensamiento, sino en su praxis revolucionaria. Esto se hace notorio cuando vemos su rechazo a cuanto signifique evadir el cumplimiento del deber, su entrega total a la causa revolucionaria de Cuba y de los pueblos del mundo, su completo desprendimiento de cualquier ambición personal, excepto la de conquistar toda la justicia para su pueblo y la humanidad toda, la conjugación en su persona de las más grandes cualidades de un ser humano con una natural sencillez.

Fidel se nos asemeja a Martí cuando percibimos su inmensa capacidad como estadista político, su destreza en hacer en cada momento y en cada lugar lo más oportuno, sin adelantarse ni quedarse por detrás de lo que permite la conciencia política de las masas , su total comprensión de que en la unidad está la fuerza, su convicción profunda de que trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras, su capacidad de convertir los reveses en victorias, su habilidad como educador político, colosal cultura, optimismo en la victoria, visión universal, humanismo, compañerismo, ética, sensibilidad, visión aguda de los males del capitalismo y profunda vocación social.

En este sentido, debemos tener presente que el concepto de Revolución dado por Fidel es la materialización de los ideales que promulgó en el programa del Moncada, inspirados en las enseñanzas de José Martí. De aquí, la importancia de convertir la observancia de sus postulados en algo inherente a nuestro actuar cotidiano.

En virtud de lo expuesto, al conmemorarse este 28 de enero el 164 aniversario del natalicio del Apóstol, los trabajadores de la Fiscalía General de la República, rinden con su actividad merecido homenaje a quien continúa vivo en el corazón de todos los cubanos, haciendo suyos sus principios, y honrando con su actuar, el imperecedero legado de su mejor discípulo y continuador: nuestro invicto Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. 

 

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