
En el ámbito jurídico, en el que la excelencia se mide por el rigor intelectual y por el compromiso ético, Laidel Castillo Reyes, a sus 26 años, no se cree erudito ni cuando está cerca, o lejos, del estrado. Es un fiscal que ennoblece la profesión y a juzgar por la edad, es el más joven con el cargo de Fiscal Jefe de un municipio en la provincia de Ciego de Ávila; en este caso, en el sureño territorio de Venezuela.
Apostó definitivamente por el Derecho al entrar al preuniversitario y, desde hace cinco años, su mente y corazón están entregados a la justicia. Aunque soñó con ser Fiscal Militar, luego la vida lo puso en ese rumbo, pero en el ámbito civil.
–¿Por qué Fiscal Penalista?
–Quizá lo lleve en la sangre. Siempre he sido un defensor de las causas más nobles y no me gustan las injusticias. Además, lo penal se vincula con todas las ramas del Derecho.
«Mi primer juicio fue un caso de homicidio. Al principio me sentí un poco nervioso, porque frente a mí estaba el abogado Luis Alberto Vidal Rodríguez, a quien considero una cátedra en el Derecho penal; pero todo fluyó bien porque me había preparado para ese juicio y para lograr una justicia penal efectiva».
–Me comentaba que la preparación constante es un gran desafío. ¿Cómo combina entonces la teoría jurídica con la práctica del trabajo diario?
–Por normas de nuestra propia institución, está establecido el departamento de formación, desarrollo e innovación, en el que los fiscales de más experiencia nos preparan y, a la vez, nosotros lo hacemos con nuestros subordinados.
«También nos vinculamos con la universidad o en lo que se necesite, dentro del punto de vista del Derecho. Además, en las fiscalías de cada municipio hacemos formación vocacional. A nivel de municipio, tenemos el círculo de interés Pequeños Fiscales».
–¿Qué causas judiciales le han resultado más difíciles?
–Los asesinatos, por la lesividad social que entrañan. Es uno de los delitos enmarcados en mayores sanciones, porque estamos hablando de un derecho fundamental que es la vida. En mi criterio, el principal derecho que regula nuestra Constitución de la República, y nadie, en su sano juicio, debe de privar de la vida a otra persona. En ese tipo de casos hay que tratar de ser lo más justo posible.
–En el ámbito social existen, por llamarlo de alguna manera, mitos, en relación con la labor de los fiscales; se les ve como la persona dura, o intransigente. ¿Hay tanta dureza en un fiscal?
–Para nada. Incluso creo que ser fiscal penalista te hace mejor persona. Lo que sucede es que el proceso penal es la columna vertebral de la justicia. El fiscal penalista tiene que tomar decisiones fuertes en un proceso penal, es su encargo y su deber.
–¿Ha pensado usted en que, en algún momento, podría ser juzgado por un tribunal?
–Ninguna persona está ajena a ser juzgada, pero uno trata de mantener la mejor conducta, los principios. Soy muy prudente en mi actuar y mis decisiones. Uno debe ser ejemplo para la sociedad y cumplir con lo establecido, pero somos humanos y cometemos errores. Nadie es infalible.