
Entre las fechas históricas más importantes de la historia de Cuba clasifica, sin lugar a dudas, la del 24 de febrero del año 1895.
Las varias razones que sustentan estos criterios están en las derrotas de las armas cubanas en la contienda de la Guerra de los 10 años, cuando militarmente era posible una victoria; las diferencias irreconciliables de algunos jefes que dieron sitio a la indisciplina, el caudillismo y hasta la insubordinación, y la falta de un liderazgo sólido que desde la inmigración ayudara a la continuidad de los combates.
La ignominia del Zanjón dejó a una Patria herida que lloraba por sus héroes caídos y sufría el dolor de sentir sobre su suelo el peso de la sangrienta bota española cercenándole la libertad por la cual murieron tantos y tantos buenos cubanos.
Y si bien es cierto que un Antonio Maceo, viril y decidido, se opuso en la histórica Protesta de Baraguá a tanta infamia, lo cierto es que la traición de las huestes mambisas convirtió el hecho en su símbolo de gallardía y valor. Pero sin posibilidades reales de llevar a buen éxito el escenario bélico.
El final de la Guerra Chiquita pareció enterrar en el olvido las ansias de independencia de la Isla, pero un gran hombre estudió las causas de la frustración de la contienda- únicamente posible por factores subjetivos más que del fracaso trepidante de los machetes y el fragor de los fusiles.
Y desde el mismo instante que tuvo claro esos motivos, José Martí, Héroe Nacional de la República de Cuba, dedicó su vida a restañar resquemores, limar asperezas y unificar criterios, hasta que una vez identificadas esas causas, fundó el Partido Revolucionario Cubanos para dirigir la continuidad de la lucha armada y logró lo que hasta ese momento era impensable: la unión de dos generaciones, Los pinos nuevos y los pinos viejos.
Después de esa ardua labor ya era cuestión de tiempo que del vientre de la nación emergiera otra vez el grito enaltecedor de la independencia que pujaba por nacer.
Fue así que aquel 24 de febrero del año 1895, con el inicio de la Guerra Necesaria, como la calificó Martí, se reiniciaba la Revolución, continuidad de la iniciada por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868, y se ratificaba la voluntad de los cubanos de sacudirse el coloniaje español.
Es cierto. La victoria otra vez fue escamoteada. La caída de los principales líderes allanó el camino para el resurgimiento de males aparentemente erradicados, no obstante, de aquella gesta también prevaleció la semilla que germinó en la epopeya del Moncada y alumbró el camino de la independencia lograda al fin el Primero de Enero de 1959.
Ya nadie duda de que sin el 24 de febrero de 1895 no hubiera sido posible esta libertad que ahora se disfruta, ni la determinación de tantos buenos patriotas de ofrendar su vida para continuar así.
La Frase de Martí ..”De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella, “…cobra más vigencia que siempre, en momentos en que mercenarios al servicio de Estados Unidos pretenden desconocer su historia de lucha y ceder al apetito anexionista plasmado en la resucitada Doctrina Monroe que reclama la América realmente para los norteamericanos.
Por eso no fue casual que la nueva Constitución naciera un 24 de febrero con el voto soberano de la inmensa mayoría del pueblo, que en medio de la hostilidad imperial ha hecho de la defensa de la Revolución su cotidiana manigua y de su grito de Patria o Muerte la convicción de mantener la soberanía sin importar su costo y a riesgo incluso de la vida.