Author
Enrique Valdés
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código de Familia
Código de las familias

Mientras repaso algunos de los aspectos más novedosos del proyecto del Código de las Familias, sometido ahora a Consulta Popular, no pude evitar sustraerme de aquella mañana en la que una carta de un lector, como se dice en buen cubano, me movió el piso.

Acudo a usted, comenzaba la misiva, porque a pesar de haber dedicado buena parte de mis últimos años al cuidado y crianza de mi nieta, desavenencias con la ex esposa de mi hijo ahora nos priva de comunicarnos con ella y a pesar de intensas gestiones los resultados son negativos.

Aún sin saber qué rol podía desempeñar la prensa en este caso, consulté especialistas, me empapé literalmente de los textos jurídicos y las leyes que podrían resolver el problema, pero el todavía vigente Código de Familia no se pronunciaba al respecto.

Todavía recuerdo aquella mañana en la cual recibí la visita de los acongojados abuelos. Llevaron fotos de pasajes de su vida con la pequeña y allí, en aquellas imágenes donde permanecían nítidos los recuerdos, el llanto les quebró la voz impidiéndole mostrar las pruebas de su verdad.

Confieso que en aquel instante me esforcé por contener alguna que otra pertinaz lágrima, que incluso ahora, que evoco el momento, no puedo evitar que retornen.

Por aquel entonces, y a instancias de especialistas de la materia, contrataron a un abogado, quien sensibilizado con el tema se involucró de lleno en el caso.

Han pasado los años y quizás otras cartas tan desgarradoras como esas me hicieron olvidar algún que otro detalle del dilatado proceso, pero todavía conservo vívido el momento en el cual llorando, esta vez de alegría, me llevaron a la redacción del periódico la sentencia del Tribunal que, sustentado en la Convención del Derecho del Niño, de la cual Cuba es parte, resolvió a favor del mejor derecho de la menor devolverle la posibilidad de volver a reír y soñar con sus abuelos paternos.

¿Cuánto dolor se hubiera podido evitar si en ese momento Cuba contara con un Código de las Familias como el que hoy se propone aprobar?

Y aunque el caso concluyó como suele decirse con un final feliz ¿podríamos asegurar que todos los abuelos que han sido sometidos a este cruel procedimiento por parte de algunos de los progenitores de sus nietos corrieron igual suerte?

Hoy, que sobre mis rodillas literalmente trepan los nietos, me detuve a pensar cómo reaccionaría si por alguna razón me privaran de esa alegría. Y sin siquiera imaginarme la respuesta, decido desde ya levantar las dos manos a favor de una normativa pensada desde el amor y para el amor dentro del seno familiar.

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