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Lic Miguel Ángel García Alzugaray

Si algo conocemos bien los revolucionarios cubanos es que cuando los lobos feroces se disfrazan de mansas ovejas, es porque desean devorar con facilidad a sus incautas presas.

Desde el popular cuento de la Caperucita Roja hasta los que hoy se nos venden como “reformistas de izquierda”, (lamentables caricaturas de aquellos que en el siglo XIX le hacían el juego a la España colonialista que nos esclavizaba), esta táctica es utilizada por los que con “cantos de sirenas” tratan de socavar los cimientos de la unidad de nuestro pueblo con la Dirección de nuestro Partido y Gobierno.

Unas veces, los taimados depredadores se nos muestran bajo el manto de bien informados periodistas independientes que desean ponernos al corriente de las últimas noticias, imaginativos escritores expertos en la técnica de manipular y distorsionar la realidad objetiva de nuestra vida social, y más recientemente, como sagaces jurisconsultos que nos muestran el camino correcto a seguir con sus “bien intencionadas” recomendaciones, para perfeccionar nuestras instituciones jurídicas.

Si no tuviéramos bien claro lo expuesto, nos asombraría la edulcorada retórica que muestran en los últimos tiempos algunos “intelectuales” que desde diferentes blogs, se preocupan aparentemente por el destino de nuestro pueblo, emborronando cuartillas sobre distintos temas en artículos que en mi opinión, sólo le hacen el juego a otros lobos que sin tanto camuflaje, atacan abiertamente a la Revolución, desde sus madrigueras bien pagadas por el Imperio.

Una de las esferas que viene siendo objeto de un análisis de este tipo es la necesidad de reformar la Constitución vigente. Así por ejemplo, en el artículo “Oportunidades y encrucijadas hacia un nuevo pacto social” de Julio Antonio Fernández Estrada, publicado en el sitio Cuba Posible, este autor, muestra un extraño interés por sembrar la duda entre sus eventuales lectores, sobre la calidad, transparencia y bondad del proceso de llevar a cabo en nuestro país una modificación de la Ley de Leyes, al decir entre otras retorcidas elucubraciones que:

“Corre a toda prisa el mes de marzo de 2017 y de la anunciada reforma constitucional cubana no se sabe nada. Se hace fatigante el silencio sobre un acontecimiento tan importante para el futuro del Estado cubano, sobre su institucionalidad y a propósito del Estado de Derecho como valor y principio”.

“La nueva constitución puede traer un nuevo régimen de propiedad, que incluya la privada, una nueva declaración de derechos, un sistema distinto de garantías a los derechos humanos y de la administración pública, pero podría también no tocar nada de estos contenidos”.

“La Constitución reformada podría eliminar el Poder Popular como forma del Estado cubano o estaría en posición de democratizar la administración local actual, con instituciones fresquísimas que permitan la autonomía del municipio”.

Como se observa, en estas disquisiciones, se apunta a la existencia de una supuesta demora en la realización de las reformas constitucionales, como si este proceso de gran complejidad en cualquier sociedad, no estuviese acorde con los lineamientos aprobados por la Asamblea Nacional del Poder Popular, de que los cambios que sean necesarios realizar se hagan sin falta, pero sin precipitaciones que puedan afectar su alcance y contenido.     

Además, se subraya que se puede cambiar el régimen de propiedad, ocultando al lector no conocedor de nuestra praxis legislativa, que la propiedad predominante no será nunca la privada, sino la socialista sobre los bienes fundamentales de producción. 

En cuanto a las garantías de los derechos ciudadanos, cualquier modificación tendrá de seguro por objeto perfeccionar como se viene haciendo, el amplio sistema de instituciones y dependencias que aseguran la salvaguarda de los mismos.

Asimismo, es curiosa la afirmación del autor, de que durante la modificación del texto constitucional podría desaparecer el Poder Popular, cuando es precisamente él la esencia de la democracia participativa existente en nuestro país, algo muy diferente a lo que se observa en otras latitudes, en que los gobiernos neoliberales de derecha, restringen  e impiden a sus pueblos la posibilidad de administrar sus destinos.

Pero ello no es todo. El autor del artículo lo concluye afirmando sin asomo de la más mínima vergüenza que: “Esperar por la noticia de que una nueva Constitución nos será enseñada, como si se tratara de una princesa recién nacida, es un acto de traición a la idea misma de República por la que se ha luchado en Cuba desde 1868”.

Utilizar la palabra “traición”en este caso además de ser una gravísima ofensa a todos los que han luchado, con los hechos y no con falacias ofrendando muchas veces sus preciosas vidas,  por forjar y preservar las conquistas de la Revolución contra las agresiones del Norte revuelto y brutal y sus lacayos mercenarios, es olvidar intencionalmente que nuestra Constitución, fruto de la voluntad del pueblo que la aprobó de forma masiva como reafirmación de su apoyo al proceso revolucionario, así como la vida institucional del país, se erigen sobre el sagrado principio martiano que reza: "Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".

Por ello, pensar que lo preconizado por este principio pueda ser vulnerado por sus propios defensores, más que un deleznable sofisma, es apostar a que nos dejaremos engañar ingenuamente por las nuevas argucias del lobo feroz.

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